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Las máscaras del peronismo

(22/03/03)


Con la cabeza en el movimiento que viene

Peronistas de un amplio espectro, reflexionan sobre el destino del partido que gobierna y que concurre dividio en tres a las elecciones. Casi todos acuerdan en que la justicia social es la marca que sigue generando expectativas.
Vicente Muleiro. DE LA REDACCION DE CLARIN


Hace un par de años, con el cuestionamiento al esquema menemista en plena aceleración, el filósofo de filiación peronista Silvio Maresca definía al peronismo como un movimiento de afirmación nacional en un país crónicamente dependiente que, a causa de su debilidad "se veía obligado a enmasacarse con las ideologías episódicamente dominantes". Fue por eso, describía Maresca, que en los 40-50 el peronismo ostentó rasgos fascistoides, en los 60-70 se desenvolvió bajo la máscara del socialismo y en los 80-90 del neoliberalismo.

Por esa misma época el ensayista Carlos Altamirano recordaba las definiciones que la izquierda del los 50-60 le acercaba al peronismo: "La expresión de un frente antiimperialista" (Jorge Abelardo Ramos), "Un movimiento de liberación nacional" (Rodolfo Puiggrós); "Una tentativa nacional-burguesa de construir un capitalismo autónomo" (Ismael Viñas). El martes 11 en el matutino La Nación el profesor Carlos Floria recordó que si el peronismo había sido sujeto de "entrismo de izquierda" hace tres décadas, en los 90 tal "entrismo" fue concretado desde la derecha neoliberal.

La palestra de caracterizaciones vendría a corroborar algo que el semiólogo Oscar Steimberg dice hoy: "El peronismo no tiene libro, no tiene centro discursivo, eso permite que muchos puedan reacomodarse". De todos modos, para intentar una puesta a punto del peronismo y arriesgar un devenir de mediano alcance, lo que es el objetivo de esta nota, es preciso indagar primero en las constantes que los mismos peronistas, desde diversos lugares de su espectro, ven hoy en su trajinado movimiento: "La identidad del peronismo persiste porque se lo asocia con gente que ayuda a otra gente" (Luis Verdi, vocero presidencial).

"El peronismo es un movimiento político que acompaña el proceso político y social del país durante los últimos 50 años y que fue adaptándose a distintas circunstancias. El peronismo es como un río en movimiento, es el mismo río y al mismo tiempo no es el mismo porque siempre está en movimiento" (Carlos Corach, ex ministro del Interior).

"Todavía hay millones de personas que esperan del peronismo una respuesta, eso es algo muy valioso que ahora está mal administrado. El dictado ideológico y doctrinario del peronismo es que sólo puede ser un partido que represente a los pobres. Si no es eso, fracasa" (Heriberto Muraro, consultor político).

"Lo que quedan son los compromisos básicos del peronismo: independencia económica, justicia social y soberanía política. De los tres el que tiene más fuerza , el ícono de la memoria peronista, es la justicia social" (María del Carmen Feijoó, socióloga).

"El peronismo es un reclamo de justicia basado en la carencia y es también la rememoración esperanzadora de una coyuntura", define Steimberg. Hoy el peronismo es también estas dos cosas: una fuerza en crisis, tan en crisis y tan fragmentada como todo el arco político, hasta el punto de que, por primera vez, va a las elecciones con tres candidatos. Es también un partido en el gobierno y con posibilidades ciertas de seguir siéndolo luego de las elecciones presidenciales del 27 de abril.

El conflicto específico del peronismo está marcado por su última experiencia fuerte: el menemismo y su "giro copernicano", algo que lo problematizó hasta fragmentarlo como opción electoral. La tensión actual es descripta de esta manera por distintos actores:

—El menemismo hoy se asume como la UCeDé y no es sólo irreconciliable con la tradición; es irreconciliable con el futuro porque el mundo está ingresando en otra etapa. Estamos en los estertores de la era que inauguraron (Margaret) Thatcher y (Ronald) Reagan. El peronismo será el sello de un capitalismo serio. El menemismo no inficionó una ideología neoliberal en el peronismo, sino un conservadurismo liberal fáctico, del orden de la mafia, entendido el término mafia como el imperio de los negociados por sobre el de la política (Verdi).

—Yo no hablaría de líneas en el peronismo, yo hablaría de tres candidaturas coyunturales que van a desaparecer cuando termine el proceso electoral. El arco es Kirchner, Menem, Rodríguez Saá, ¿por qué vamos a hablar de ideología? Cada uno tiene soluciones pragmáticas para distintas cosas (Corach).

—Es fácil decir que por el contagio del menemismo hay una centroderecha y que Kirchner se planta en la centroizquierda ¿Dónde ponemos a Rodríguez Saá? Si no se puede responder esto quiere decir que la perspectiva no sirve. Lo que hay es lo de siempre: diferencias que tienen que ver con opciones actuales (Steimberg).

—La contradicción no es populismo versus peronismo institucionalizado. La contradicción que veo en el escenario es un modelo neoliberal, con una alianza de clases entre los más pobres y los más ricos en el marco de unos nuevos 90, encarnada por Menem y en menor medida por Rodríguez Saá y por otro lado un intento de un nuevo proyecto nacional con un partido que poco a poco vaya reencontrando una dimensión que se perdió en las últimas décadas (Feijoó).

—En el peronismo hay dos líneas. Una se mueve en torno de Menem, expresa una corriente decididamente neoliberal y, para simplificarlo de algún modo, tiene el proyecto de continuar con la integración mal hecha de la República Argentina a las finanzas norteamericanas. La otra es una línea que está buscando su camino. No es muy compacta porque es relativamente nueva. Podríamos decir que es una línea más nacional. Aquí están todos los demás con excepción de Menem (Muraro).

Es lógico que nada menos que al vocero presidencial, Verdi, le corresponda estrictamente defender la gestión duhaldista. Pero cuando al resto se les pide una caracterización de este peronismo (duhaldista) en acción de gobierno, las respuestas son, de manera notoria, benevolentes. Para el vocero presidencial "este gobierno asume en el peor momento económico social (el peor momento político del país fue el del 76) pero el peronismo es llamado a hacer lo mismo que hizo cuando Perón asume en mejores condiciones macroeconómicas: ocuparse del trabajo y de la justicia social. De esto se ocupa este gobierno. Lo demás lo hace la sociedad por su cuenta. La respuesta de los sectores productivos apenas se perfilaron otras reglas de juego fue formidable. Esto no quiere decir que se desconozcan los cambios de la escena internacional. Pero, como decía Perón, nos subimos a la escena internacional con nuestra propia montura. Esto es con nuestra propia productividad política, con nuestra libertad, con nuestra creatividad".

Corach es en este punto sobrio y conciliador: "El peronismo gobernante es producto de una crisis que no produjo. El responsable de la crisis no es Duhalde que asumió el gobierno en condiciones muy difíciles y ha hecho lo que ha podido hacer". Para Muraro, el de Duhalde es un gobierno de transición que "está haciendo lo que puede. Ha tenido un gran éxito: los planes de ayuda. No dejó que la Argentina se prendiera fuego. Un duhaldista se adjudicará el mérito de la recuperación económica, pero yo no se lo daría. El duhaldismo está expresando una búsqueda, la prueba más clara es el ministro (Roberto) Lavagna, que busca una alternativa para el país entre el extremo del liberalismo irrestricto y el repliegue de la Argentina sobre sí misma".

"Claramente —dice Feijoó—, el de Duhalde es un gobierno de transición del peronismo y otros sectores no peronistas que empieza a esbozar un pacto de gobernabilidad que también tendrá que ver con el futuro gobierno peronista. Las consignas como el derecho de inclusión y una Argentina de pie y en paz están dirigiéndose a la voluntad de reformular el país. El peso específico de lo viejo en este gobierno —me refiero a la dirigencia bonaerense que ocupa lugares clave— es muy alto. Pero es lo viejo apuntando a lo nuevo."

El lunes 10, en Tribuna Abierta de Clarín, el senador Antonio Cafiero opinó, en papel de patriarca componedor, que el justicialismo se debe mostrar unido "el día después" de las elecciones. En este punto tiene claras coincidencias con Corach que sostiene: "No me cabe ninguna duda de que después de que termine el proceso electoral el peronismo se va a volver a unir. Lo de las líneas es un disparate. Puede haber dos, tres, diez cien pensamientos distintos. No importa. Pero lo que el peronismo significa como estructura política en el país es patrimonio de todos los peronistas. No hay nada irreconciliable en un sistema democrático entre sus dirigentes. Hay coyunturas en las que se enfrentan o se separan porque piensan cosas distintas".

Luis Verdi, en cambio, prevé que las elecciones no se darán en el clima de revulsión política. "EL peronismo va con tres candidatos, la UCR también. Después de las elecciones se va a mover todo, no me pregunten cómo, ni quién viene. Mi idea es que el peronismo persistirá porque es el agente que llevará al país a un capitalismo moderno. El menemismo en cambio corre peligro: si no gana las elecciones, desaparece porque sólo fue un negocio electoral."

Steimberg cree que es muy difícil que el PJ mantenga su unidad luego de las presidenciales pero, dice: "no me atravería a decir que es imposible. Puede quedar afuera un hombre, un grupo, pero nunca hay en el peronismo elementos irreconciliables porque, repito, no hay centro discursivo".

Muraro recuerda que vivió períodos en los cuales había diferencias irreconciliables y sangrientas, hasta el punto de que no le asusta que hoy el PJ concurra a las presidenciales con tres candidatos. "En los años de Perón, antes de la dictadura militar, había diferencias insalvables, pero hoy no existen bandas armadas que se peleen. La discusión que tienen Menem y Duhalde, para un peronista sexagenario como yo, parece, en comparación, un juego parlamentario. El eje de la discusión actual se da en torno de Menem. Esto es la figura de Menem contra todos los demás. Pero se trata de una forma de presentación histórica parcial de un dilema mucho más profundo que nos abarca a todos los argentinos."

La posición más dura la asume Feijoó para quien es muy difícil que el peronismo vuelva a cobijarse bajo un mismo techo porque están en juego dos proyectos de país. "Puedo imaginar —dice— un gobierno peronista en el que muchos sectores contribuyan, pero creo que vamos a una reformulación ideológica."

Las mutaciones resultarán inevitables ya que el repertorio de consignas, reivindicaciones, símbolos e imágenes que echó a rodar el peronismo encontraron un personaje (el trabajador industrial) y una organización (los gremios) que también han desdibujado su existencia concreta y licuado gran parte de su representatividad política. La sociedad fragmentada y con reclamos de la más variada especie, pudo haber encontrado un provisorio cemento de unión en las exasperaciones de diciembre de 2001.

El tiempo transcurrido desde entonces muestra que no es tan fácil unificar su representatividad política. Por lo tanto cualquier partido, y el justicialismo entre ellos, enfrenta el desafío de recuperar ascendiente en un marco disperso donde el mundo popular, su base por antonomasia, no está representado por aquellos overoles y aquellas llaves inglesas.

En términos ideológicos los consultados coincidieron en que no es posible moverse ni con el marco neoliberal a ultranza de la última década ni con una coyuntura donde la Argentina se cierre sobre sí misma. Por tanto, en la transitoria gestión de gobierno actual, como en la hipótesis de una continuidad por la vía electoral, la marca es otra. "Es importante inscribir hoy al peronismo como búsqueda, como un punto de partida, más que como un lugar de arribo muy neto," dice Muraro.

La muestra Un mundo peronista, que el artista plástico Daniel Santoro expuso en el Centro Cultural Recoleta en 2001, recurría a las imágenes más emblemáticas del peronismo: la monumentalidad arquitectónica, la felicidad hogareña, los emblemas del adelanto técnico. Steimberg recuerda que al pintor se le acercaban dos clases de personas para agradecerle: unos porque les hizo revivir "esa época de oprobio" otras porque les recordaba "aquellos años felices". "Así vive el peronismo, dice Steimberg a modo de conclusión— con sus imágenes en disponibilidad."


COLABORO: LILIANA MORENO.



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