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MUSICA: ENTREVISTA EXCLUSIVA CON JOAN MANUEL SERRAT

(07/12/03)


"Antes la gente solía cantar"

Cerca de cumplir 60, habló con Clarín del tiempo, las pérdidas y la vigencia de sus mejores canciones.

Bueno, es que aquí han tocado todos. De Paul McCartney a Bruce Springsteen. Es un estadio fabuloso que hizo un arquitecto japonés. Ya verás." Víctor Manuel habla del Palau Sant Jordi, a media hora de que Joan Manuel Serrat aparezca vestido sobriamente con un traje negro diseñado por el célebre Antonio Miró para decir, ante 16.000 espectadores: "Bona Nit".

Víctor Manuel está al lado de su mujer, Ana Belén, en la combi que serpentea el Montjuic. La lluvia leve y molesta resalta la oscuridad casi invernal, ahí abajo, donde se intuyen las calles de Poble Sec, que Serrat gastaba hace medio siglo "imitando a su hermano" y modelando las futuras nostalgias que nutrirían una obra monumental. Víctor Manuel y Ana Belén van a ver su amigo en una noche de gala en la que Barcelona olvida por un instante —unas dos horas— la paliza que acaba de propinarle el Málaga al equipo azulgrana: 5 a 1.

Todo parece una fiesta alrededor del cantautor. La presentación de Serrat Sinfónico, el disco de 16 canciones de diferentes momentos de su trayectoria que grabó con la Orquesta Sinfónica de Barcelona i Nacional de Catalunya con la dirección de Joan Albert Amargós (con temas que fueron de clásicos como Pueblo blanco, Cantares y Mediterráneo a Bendita música y Princesa), convocó a amigos, familiares y conocidos. Al fin y al cabo, Barcelona sigue siendo un pueblo grande y las canciones de Serrat funcionan como un código de pertenencia. Como el tenaz catalán del que todos hablan en las calles.

Eso explicaría el mismo Serrat, al día siguiente, en la sede de SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) con ojeras de mal dormido y una botella de agua mineral. A punto de cumplir 60 (nació el 27 de diciembre de 1943), con 40 de carrera y más de 400 canciones grabadas, mueve su mano rugosa para despejar los escasos cabellos de su frente brillosa y se prepara para otro de las artes que mejor domina: la de responder reportajes. "Bueno, no sé si es un arte. Me lo tomo muy seriamente. Es una forma de comunicación, la que yo tengo para llegar de otro modo a la gente".

¿Qué significa para un viejo trovador cantar con la orquesta de su ciudad? Suena como algo consagratorio.

La palabra "consagración" me trae connotaciones religiosas que no me sientan del todo cómodas. También tiene algo de solemne. La historia crece no porque yo trabaje con una orquesta, sino porque una orquesta esté tocando mis canciones. La pajarita (el moño, que ilustra la tapa del disco y que funciona como decorado de los conciertos) es un símbolo. La pajarita simboliza la elegancia, la distinción, el prestigio... La única que había en el Palau era de cartón y pesa 240 kilos.


A veces parecería que la música popular necesita legitimarse con aportes de la música clásica...

No quisiera hablar en contra de mí mismo. Me parece que una canción se legitima por sí misma, con independencia del envoltorio. Una canción es conmovedora en su sencillez más absoluta, no precisa una manifestación sinfónica por bien hecha que esté. No he pretendido otra cosa que hacer un trabajo diferente. Traer un prisma, una faceta de un abordaje. Podría haber hecho lo contrario y grabar las canciones con la desnudez más absoluta. Uno pone las canciones a prueba. Las provoca: "A ver cómo te aguantas esto". Me satisface saber y sentir que estas canciones tocadas por una orquesta de 85 músicos responden.

¿Cuál fue la idea?

Desnudar las canciones para vestirlas de nuevo. Aquí hay un trabajo muy importante en los arreglos de Joan Albert Amargós. Se contemplaron no solamente las armonías y las melodías, sino también todas aquellas cosas que, como en el fondo de los barcos, se le fueron pegando a la canción a través de los años.

Vos sos más poeta o cantautor que músico, ¿cuál fue tu rol?

Mira, un rol muy grande. Soy incapaz de dejar nada en manos del otro. Mi salud me lo impide: si delego no podría dormir, no podría comer, me convertiría en un individuo insociable. Los que trabajan conmigo saben de mi total capacidad de plomo. Aquí mi trabajo principal fue la elección. Fue algo muy delicado en mi relación con Amargós: yo no podía elegir una canción y al cabo de dos semanas decir que no iba. Porque el trabajo de Amargós es durísimo. Me obligó a mí a una gran exigencia para escoger. No había vuelta atrás.

Joan Manuel Serrat eligió El carrusel del Furo, Bendita música, Canco de matinada, Barquito de papel, La bella y el metro, Princesa, Aquellas pequeñas cosas, Pueblo blanco, Herido de amor, De cartón piedra, Pare, Es caprichoso el azar, Mediterráneo, Mi niñez y Fa vint anys que dic que fa vint anys que tinc vint anys. La lista —que en vivo suma La saeta, Barcelona i jo, Palabras de amor, Seria fantástic, Temps era temps y El meu carrer— no respondería a ninguna lógica aparente.

¿Qué tomaste en cuenta en la elección?

Que todas las canciones estuvieran vigentes, que mantuvieran su frescura, que mostraran una panorámica del tiempo transcurrido, que se llevaran bien unas con otras, que aguantaran bien el tratamiento para orquesta y que se pudieran tocar en vivo. Finalmente el disco es el soporte del vivo.

¿Tuviste dudas?

Sí. Dudé entre cerrar el disco con Cantares o con La Saeta. Al final quedó Cantares. También pensé en grabar Romance de Curro el Palmo... pero ya estaban Mi niñez y Pueblo blanco, tres canciones que, digamos, habitan el mismo barrio: son largas, tensas... Narrativas

Cuando Serrat encuentra la palabra exacta sus ojos brillan diferente. Conviven en sus modos el ceño fruncido del almacenero cabrón de Calé y el carismático invencible que pulveriza cualquier situación mínimamente conflictiva con su seducción. El fútbol le tira. ¿Festejaría un 0 a 0 contra el Real Madrid en el Nou Camp? Pone cara de "¡¡obvio!!" pero dice: "Eso lo dijiste tú". Cuenta que va a ir con su hija a ver "la de Nemo" y que no quiere perderse "la de Clint Eastwood". Muestra su cariño por Osvaldo Pugliese, discute la influencia del catalán en el lunfardo porteño ("¡tengo todos los discos de Rivero!") y se planta cuando se le comenta qué poco influyeron Los Beatles en su vida. "Pero sí que me han gustado. Y me gustan. Como Dylan, o los Doors, o los Eagles. Me encantan y se los he enseñado a mis hijos. Lo que pasa es que mi música ha sido influenciada más por la canción francesa: Brel, Brassens. Aznavour".

Más allá de las influencias, ¿de dónde viene tu música?

De la radio. La radio, que en mi infancia pasaba mucha copla, fue mi gran formadora. Y los gustos de mis padres. A mi viejo le gustaba el tango y a mi vieja la zarzuela. Mi mamá era muy cantarina. Cantaba cuando hacía la cama. ¿Te fijaste que ahora la gente no canta? Antes la gente solía cantar: mi mamá cuando hacía la cama o cocinaba, el albañil, los mozos. Yo tenía un vecino, Santiago, que cantaba cuando cagaba. Estábamos en los bajos de la escalera y todos sabíamos que estaba cagando porque se lo escuchaba cantar por el patio de luces. Ahora no canta nadie. Es curioso: mientras que hay un progreso —porque al menos aquí ha habido progreso social— la gente ha perdido ciertos puntos de alegría que en épocas más difíciles tenía. O tal vez cantar alimentaba una alegría que no tenía en otro sitio. Vaya uno a saber.

¿Vos te diste cuenta que le cantás a muchas cosas que ya no existen? Esa cosa aldeana de Canción de madrugada, de Manuel, de Pueblo blanco...

Es verdad. Los personajes no existen. Pero tal vez hablen de situaciones transpolables. Esos personajes ahora aquí, en España, ven televisión por cable. Pero hay un caso interesante de cómo cambia el sentido original de una canción. Yo grabé Pueblo blanco a principios de los 70. Nada más lejos de Pueblo blanco que la represión en la Argentina de mediados de los 70. Está escrita para un ámbito determinado. Cuando la canté a mi regreso a la Argentina en los 80 y dije aquello de "pero los presos están en cautiverio, no los dejan salir del cementerio..." fue, ufffff. Impresionante. La canción se resituó.


¿Qué vas a hacer el 27 de diciembre?

Ni idea. Estaré con mi mujer, mis hijos, con Víctor y Ana, con sus hijos y con un par de amigos más. Ni creo que me reúna en casa. Cuando cumplí 50 lo pasé dentro de un estudio de grabación. Me tuvieron sin cuidado los 50 como ahora los 60.


El paso del tiempo te tiene sin cuidado

Bueno, sí. El sentido de la vida es éste. No sé puede revertir.


Cuando murió el escritor Manuel Vázquez Montalbán, tu amigo, dijiste que lo complicado es la ausencia...

Yo tuve hace poco una cardiopatía y nada, es algo que uno lo puede tener a los 25. Para mí el deterioro pasa por las ausencias. Aprender a vivir "sin". Uno sabe que se va a morir. A mí me gusta la vida, pero yo no entiendo a aquellos que se quieren perpetuar cuando ya no tienen con quién compartir. Eso es sobrevivir. A mí me gusta estar con mis amigos por los códigos, los gestos. Eso me mantiene vivo.


Y ver tu familia, con hijos, nietos. ¿No funciona como un consuelo de estas ausencias, como tu gran obra?

(Se ríe) Sí. Como una obra enorme, que no se termina nunca. La Sagrada Familia.



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