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El desmayo de la inventiva (escribe Marcos Mayer)

(22/12/02)


ESCRIBE MARCOS MAYER
El desmayo de la inventiva

Sobre el éxodo de los autores hacia la no ficción.


Científicos que experimentan con el genoma humano, periodistas que descubren un hecho de corrupción, ministros cuyo verdadero placer ocurre cuando arman sus negociados, personas enriquecidas que se burlan de las desdichas de las mayorías, presidentes que huyen del poder, historias de vida en las que se adivina un trasfondo real apenas disfrazado por los diálogos. Recorrer este material, que forma gran parte de las novelas que se presentan cada año al concurso de novela Clarín, permite el encuentro con un espacio que no se hace presente habitualmente en las librerías pero cuyos ecos pueden encontrarse en zonas de la cultura argentina.

No es que estos textos no sean eficaces para contar aquello que han elegido, pero lo que surge del tratamiento a que lo someten habla de una clara desconfianza hacia la ficción. La ausencia de elaboración literaria, el seguir la secuencia de los hechos tal cual los construyen los medios, la resistencia a ver esos mismos hechos desde una lógica que no sea la cotidiana, puede leerse como un síntoma de más largo alcance. La desconfianza hacia la ficción puede entenderse en dos sentidos. Por un lado, como la creencia de que ficcionalizar trivializa. Por otro, que no hay más forma de pensar que según la lógica mediática, erigida en sinónimo del sentido común. Claro que estas percepciones no se registran sólo entre los concursantes sino que marcan, por ejemplo, la política editorial de los principales sellos en la Argentina. La ficción ha sido reemplazada —argumentos de mercado mediante— por el llamado "ensayo periodístico" y que abarca, entre tantas otras cosas, la política, las costumbres, la sexualidad y la historia. En su mayoría, son textos de duración limitada. Pese a la intensa movida literaria argentina son contados los nuevos autores que hayan logrado repercusión de público en los últimos tiempos como resultado de una política editorial.

Otro tanto ocurre con la TV —a pesar de su aversión al riesgo— que parece no tolerar cómodamente el estatuto de la ficción. O bien la pervierten o bien tratan de anclarla excesivamente en la realidad con personajes reales haciendo de sí mismos. Tan fuerte es este estado deliberativo de la ficción que el talentoso Adrián Caetano trabajó primero Tumberos como película carcelaria para terminar huyendo por el lado de la ruptura de todo verosímil. Incluso Kive Staiff anunció una temporada en el San Martín cuyo eje será la realidad nacional. Las causas de este desmayo de la ficción todavía requieren un análisis pero sin duda tienen que ver con la caída del valor del lenguaje como mediación. Vacíos de lenguaje, no parece haber más salida que derrumbarse ante esas leyes del mundo de lo real en su estado más cruel, ese que incluye un dique a otros universos.


M.Mayer coordina la preselección del premio Clarín de novela.


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