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El Gobierno apuesta al poder regional - PENSAR EL MUNDO EN ARGENTINO

(20/06/03)


Autonomía, eje con Brasil y no alineamiento automático con EE.UU., son las bases de la pol{itica exterior. Bielsa se expide contra la sobreactuación y los cambios bruscos. Define al país como "una potencia intermedia sin delirios de grandeza".


El martes 10, lo que se llama "la línea" del funcionariado, esto es los empleados permanentes que manejan el movimiento del gobierno por encima de los moradores de turno, alistaban el Salón Blanco de la Rosada. Sabían que el secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, dialogaría con el presidente Néstor Kirchner. Descontaban que se venía una conferencia de prensa conjunta en la sala del brillo y las solemnidades del poder. Cuando se enteró de los aprontes, Kirchner ordenó desarmar todo."Powell es un secretario de Estado y yo un Presidente —dijo—. Si cabe una conferencia de prensa conjunta debiera ser con el Canciller."

En Cancillería no quieren que la anécdota abone alguna variante de antinorteamericanismo como aquellas que, se creyó, despuntaron con los soles de mayo, cuando Fidel Castro habló desde la escalinata de la Facultad de Derecho y Hugo Chávez repartía sonrisas como un ídolo deportivo. Los temores de la derecha más cerrada e ideologizada pegaban esas imágenes a una frase de Kirchner el día de su asunción: "Pensamos el mundo en argentino, desde un modelo propio".

La cancillería de la tercer semana de gobierno, encabezada por el abogado constitucionalista Rafael Bielsa, no quiere que aquellos fervores patrióticos se confundan con un reverdecer latinoamericanista donde Kirchner, Lula, Chávez y Fidel aparezcan como un cuarteto folklórico que entona la Canción con todos. Una fuente de Relaciones Exteriores dijo a Zona: "Powell vino a comprobar personalmente si Kirchner se parece más a (Ricardo) Lagos o a Chávez. Obviamente se fue convencido de que se parece más a Lagos. El símil es adecuado porque Lagos jugó fuerte contra la guerra en Irak pero también firmó un tratado de libre comercio con Estados Unidos".

En el edificio espejado de Arenales y Esmeralda, frente al Palacio San Martín, creen que Estados Unidos tomó nota de que aquellos aromas de la asunción respondieron más a una despedida de Eduardo Duhalde que a la asunción de Kirchner. ¿Hay culpa por haber pintado una política exterior autónoma y latinoamericanista en la última semana de mayo?

—No —dicen desde una de las principales oficinas—. Lo que si pretendemos es que queden en claro nuestras prioridades: la prioridad regional de Brasil y el Mercosur, con el objetivo de sumar a Chile, y una política de vínculos con Estados Unidos donde reconocemos que no somos pares pero buscamos más equilibrio. No estamos hablando de Tercera Posición, pero si a eso quiere llamarle peronismo, póngale peronismo, nomás.

La administración Kirchner asume que se viene de una etapa de ausencia de política exterior. Eduardo Duhalde decidió abroquelarse en el país y puso a un canciller, Carlos Ruckauf, que cultivó el perfil bajo. Fuera de algunos gestos fuertes, como la abstención en la condena contra Cuba, los esfuerzos duhaldistas estuvieron centrados en equilibrar la nave hacia adentro. El subsecretario de Asuntos Latinoamericanos, embajador Eduardo Sguiglia, define el horizonte donde el desideratum de pensar el mundo en argentino se vería cristalizado: "Hablamos de un sesgo de autonomía relativa desde la región que integramos con el Mercosur. Desde allí enhebraremos alianzas para hacer oír nuestra voz en el concierto mundial. A esto hay que sumarle un realismo práctico en lo económico. Si, siempre a escala Mercosur, podemos establecer acuerdos bilaterales de libre cooperación o de apoyo tecnológico, por caso con Rusia, lo haremos".

Esta búsqueda de autonomía sin agresión, que hoy pareciera habitar el núcleo del "pensar en argentino" cae en el espectro político de diferentes maneras. Jorge Castro, asesor de Relaciones Exteriores del ex presidente Carlos Menem se exhibe entre reticente y descriptivo: "No hay una sola forma de desarrollar la metáfora utilizada por el Presidente. La política exterior de Kirchner es coherente con el rechazo a la política de los 90 y con un capitalismo nacional que apunta a la reafirmación del Mercosur y a la aceptación del liderazgo de Brasil".

Felipe De la Balze, de RECREAR (el partido de Ricardo López Murphy) es aun más tajante: "No queremos ser parte de una esfera brasileña. El desafío es cómo hacer un Mercosur desligado de esa influencia y con un proyecto de integración de instituciones".

En cambio el embajador Hugo Gobbi, del Centro Argentino de Relaciones Internacionales (CARI), dice que este gobierno está recuperando una línea de no alineamiento que yace en la mejor tradición diplomática: "Esa ha sido la tradicional posición argentina, sólo erosionada fugazmente por gobiernos entreguistas y militares apoyados por doctrinarios criollos del tipo (Carlos) Escudé y (Eduardo Daniel) Oviedo, seducidos por sofisticadas teorías extranjeras que responden a intereses distintos. Es gente que acumula información pero carece de sensibilidad para detectar dónde está el interés nacional".

En sintonía, pero más moderado, Roberto Russell de la Universidad Torcuato Di Tella, define que "pensar el mundo en argentino significa recuperar la condición sudamericana y darle prioridad a los vínculos con la región. El mundo es otro, la tercera posición tenía que ver con la neutralidad de la guerra". Desde el ARI de Elisa Carrió, Carlos Raimundi adhiere a los signos de la nueva política: "No es una opción pensar que hay que someterse a organismos internacionales y potencias o aislarse. Básicamente hay que aliarse con la región, pensarse de manera autónoma y unirse. América latina entra en una nueva etapa con (Lucio) Gutiérrez (presidente de Ecuador), Hugo Chávez, Kirchner y el nuevo clima de la Argentina. Hay espacio para pensar. Hay que construir un discurso".

En el arranque de la gestión de alineamiento regional y de no alineamiento automático con el poder mundial hegemónico, el Ministerio de Relaciones Exteriores pone en el haber la invitación de George Bush a Kirchner, la de Tony Blair para una reunión de Tercera Vía que se concretará en julio, las líneas trazadas con Chile en la cumbre de la OEA el fin de semana pasado, el buen talante con que pasó Powell el martes y el entendimiento político entre Lula y Kirchner en Brasilia el miércoles. Con un fixture cargado en la misma línea ya se ilusionan con que están ejecutando una política en serio.

Ante la presión del FMI para conseguir un acuerdo de largo plazo pero en poco tiempo, ante las redivivas quejas de Anne Krueger y ante la inminente visita de Horst Köhler que comienza mañana posan sosegados: "Las negociaciones con el Fondo no se definen con gestos ampulosos. Se negocia mejor con base en una buena política interna que en una externa, por eso Powell preguntó por la Corte Suprema. Cuando monitorean un país se fijan en el equilibrio presupuestario y en la seriedad de las reglas de juego, no en si mandaron gendarmes a Irak".

La apuesta al multilateralismo, a la diversidad de relaciones con centro en la región, guarda la fantasía mayor de armar un fuerte eje político, el ABC de Argentina, Brasil, Chile. También las variantes del Mercosur más Chile (4 + 1) o puestos a pedir la luna, Mercosur con toda América latina adentro aunque sea con distintos niveles de compromiso.

Los nuevos funcionarios reparan en que una política seria se construye con tiempo y coherencia. Entre el primer tratado por el carbón y el hierro de los países europeos y la vigencia de una moneda común, el euro, mediaron cincuenta años. En la era del tiempo acelerado Chile trabajó el acuerdo comercial que acaba de firmar con Estados Unidos durante doce años.

La apuesta del gobierno de Kirchner implica poner un pleno al entendimiento político y económico con Brasil, un país al que, desde aquí, se le sospecharon intenciones imperiales y hegemónicas. Del mismo modo a Brasil le importó, y aun envidió, los niveles de integración social y desarrollo cultural de la Argentina y vio en ellos una posibilidad de protagonismo continental.

El tema es que con la política de relaciones carnales más deuda, la Argentina tuvo, por ejemplo en 1997 una balanza comercial negativa con el NAFTA (-4.754 millones de dólares); con Estados Unidos (-3.977) y con Asia (-1099). En 2002 la tendencia se exhibió inversa: + 1707 millones de dólares con el NAFTA, + 1.011 con Estados Unidos y +710 con Asia. Brasil también tiene lo suyo para contar, con una rémora de 60 millones de marginados absolutos que no podría remontar ni aislado en el continente, ni sujetado por el mundo unipolar.

Ambos países se confrontan con un mundo de poder sin contraparte desde que el Muro de Berlín fue cayendo piedra sobre piedra. Si a la hegemonía del capital financiero se la vislumbra como un a fatalidad irreversible en la que sólo cabe hacer la venia, a la geografía social de ambos países se le puede sacar la foto fija de la década del 90. Si se piensa que la política está llamada a hacer algo sobre esa inercia fatalista, la historia bien puede ser otra.
Colaboró Héctor Pavón



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